EL NÚMERO DEL ABURRIMIENTO


Apenas son las 11 y 20 de la noche y aunque aún faltan 40 minutos para el inicio de la película, Leuzor y yo debemos estar en los puestos 61 y 62 de los ansiosos que esperan el Avant Premiere de La Profecía, el remake de aquel clásico blockbuster de 1976. Pero entonces la única posesión demoniaca que parece evidente en el estrecho pasillo de Cineplanet Alcázar es el espíritu novelero con sus dosis de nostalgia setentera u ochentera - como en mi caso- que impulsa a más de uno, a devorar canchita en espera del comienzo de la películeta de marras.

Siguiéndole el juego a las leyendas urbanas del 666, los periodistas están a la caza de quienes quieren hablar del fin del mundo. Varios camarógrafos encienden las luces de sus cámaras y ciegan a media concurrencia. Fue lo único que me deslumbró esa noche, pues después de casi dos horas yo salía del cine con la convicción de que hacía mucho tiempo no veía una película tan mala como esta.

Al grano: Lo único rescatable: el gestito de maldita de la nana Baylock, entrenadora incanzable del adorable Damien Thorne en sus primeras maldades que, en aras de la modernidad ya no se hacen, por ejemplo, con triciclo, sino con Scooter. Con sus respetables arrugas, Mia Farrow ha construido el rostro de la "apóstata de satanás" que nadita se parece a la Rosemary de fines de los 60´s que un día parió inocente y víctima al hijo del demonio. Deshonro al pobre Roman Polansky metiéndolo en el rollo de esta película B. La cosa es que la rubia ex de Woody Allen tiene la única actuación, digamos, rescatable.

Por que los demás... ay, los demás. Liev Schereiber está a millas de igualar la actuación de Gregory Peck en el papel de Robert Thorn, el supuesto padre de Damien. El nuevo y sufrido padrastro terrenal demuestra su falta de recursos al momento de la progresión dramática. No hay matices, todo es plano en el rostro y el lenguaje corporal y además no es capaz de convencernos en su disyuntiva final de eliminar o no al hijo de la bestia.

Aunque un poquito más lograda en los instantes de tensión, Julia Stiles, quien encarna a Kate Thorn no llega ni al diez por ciento de la interpretación de Lee Reemick en la versión original.

Se supone que con toda la tecnología a disposición, esta pudo ser una cinta dispuesta a erizarnos el cabello a cada segundo. Sin embargo el efectismo demasiado trillado lo único que hizo fue volverla más previsible de lo que ya era al tener una versión anterior mejor dirigida. Sin embargo, el Director Artístico y el de fotografía tuvieron sus aciertos al mostrarnos escenarios y atmósferas frías y por momentos surrealistas, como el consultorio psiquiátrico a donde los Thorn acudían en búsqueda de respuestas ante el incomprensible comportamiento de la adorable criatura.

No era que esperaba más de este producto, tampoco la versión original llega a ser, en mi opinión una gran película, o una película de culto, pero creo que algo de respeto se debe tener a la hora de intentar una nueva versión de aquellas obras que por alguna razón se quedaron en la memoria de los espectadores del mundo y son parte de la historia del cine.

Comentarios

schatz67 dijo…
Lo verdaderamente espeluznante en estos días es la cartelera. Puro budín de carretilla.

Que horrible es ir al cine a ver una mala película.Me imagino que es como bailar con alguien que no te gusta.

Saludos

Schatz
viajera dijo…
Gracias Moni, me has ahorrado unos soles. Iba a ir a verla hoy, ahora iré a ver "Mi mejor amigo".

Schatz, creo que ambas situaciones son poco comparables. Un baile dura unos minutos a lo más... También durante una película aburrida en el cine uno puede hacer otras cosas a parte de mirar el bodrio...
gamma-normids dijo…
la pregunta de rigor... que tal sale David Thewlis?

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