El mercader de Venecia
El ingenio de Shakespeare para combinar la comedia y el drama se ven reflejados perfectamente en esta obra. Una historia que nos recuerda que los temas tratados por este autor son actuales: sociedades divididas por la avaricia, la intolerancia de creencias, las formas de entender el amor...
Recuerdo que siendo una estudiante adolescente "El mercader de Venecia" llamó mi atención mucho más que Romeo y Julieta o Sueño de una noche de verano por su intriga y mayor grado de complejidad. Es por ello que sentí curiosidad por ver cómo esta historia que me había gustado tanto la habían transladado a la pantalla grande. Salí de la sala satisfecha.
Shakespeare presenta una Venecia el siglo XVI dividida entre cristianos y judíos. Una sociedad dividida pero unida por la codicia de ambos grupos. Los primeros desprecian a los últimos, pero aceptan su dinero y formas de negocio. Los últimos aceptan el desprecio por los beneficios económicos que les representa. El mercader de Venecia es Antonio, un negociante cristiano, que por ayudar a su amigo Basanio se ve en la necesidad de pedir dinero a Shylock, un prestamista judío. El rencor que lleva Shylock por ser discriminado lo lleva a pedir algo inaudito en caso de que Antonio no cumpla con pagar su deuda: una libra de su carne.
Lamentablemente, los negocios de Antonio fracasan y no puede pagar su deuda a tiempo. Es llevado a la corte veneciana poniendo en dificultades a las autoridades. El contrato es válido y si no cumplen con la ley, se crearía un mal precedente. Antes de que se efectúe la sentencia aparece un personaje inesperado que dará un giro increíble a la historia.
Las actuaciones de Jeremy Irons (Antonio) y sobretodo de Al Pacino (Shylock) son excelentes. También destaca Lynn Collins (Portia, la amada joven por Basanio). Uno de los logros del director Michael Radford (Il Postino) es haber creado junto a Al Pacino un personaje que despierta odio, pero a la vez compasión.
Recuerdo que siendo una estudiante adolescente "El mercader de Venecia" llamó mi atención mucho más que Romeo y Julieta o Sueño de una noche de verano por su intriga y mayor grado de complejidad. Es por ello que sentí curiosidad por ver cómo esta historia que me había gustado tanto la habían transladado a la pantalla grande. Salí de la sala satisfecha.
Shakespeare presenta una Venecia el siglo XVI dividida entre cristianos y judíos. Una sociedad dividida pero unida por la codicia de ambos grupos. Los primeros desprecian a los últimos, pero aceptan su dinero y formas de negocio. Los últimos aceptan el desprecio por los beneficios económicos que les representa. El mercader de Venecia es Antonio, un negociante cristiano, que por ayudar a su amigo Basanio se ve en la necesidad de pedir dinero a Shylock, un prestamista judío. El rencor que lleva Shylock por ser discriminado lo lleva a pedir algo inaudito en caso de que Antonio no cumpla con pagar su deuda: una libra de su carne.
Lamentablemente, los negocios de Antonio fracasan y no puede pagar su deuda a tiempo. Es llevado a la corte veneciana poniendo en dificultades a las autoridades. El contrato es válido y si no cumplen con la ley, se crearía un mal precedente. Antes de que se efectúe la sentencia aparece un personaje inesperado que dará un giro increíble a la historia.
Las actuaciones de Jeremy Irons (Antonio) y sobretodo de Al Pacino (Shylock) son excelentes. También destaca Lynn Collins (Portia, la amada joven por Basanio). Uno de los logros del director Michael Radford (Il Postino) es haber creado junto a Al Pacino un personaje que despierta odio, pero a la vez compasión.
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