Stealing Beauty

Mézclenme una onza de Bertolucci, una de Liv Tylor, media de Jeremy Irons, un cuarto de Joseph Fiennes, dos del paisaje de Toscana, y bátase a ritmo lento con una pizca de sexo y un toque de arte italiano. Añádase para decorar una casa/castillo italiano. ¿Qué tenemos? Pues un terrible desperdicio de ingredientes...

Bernardo Bertolucci es un tipo que sabe contar historias: El Último Tango en París me hizo olvidar la existencia de unos tales Porcel y Olmedo, cuyas películas acaparaban el imaginario de todos mis compañeros de carpeta; El Último Emperador me dejó pegado a mi butaca a pesar de durar tres horas y tener yo unos 15 años; Novecento me metió de lleno en el mundo de facistas y comunistas de principios de siglo, sin tener yo nada de político. ¿Y Stealing Beauty? Ni el pezón descubierto de Taylor, ni las variadas escenas de sexo en la película, ni los magníficos colores y escenarios evitaron que dejara mi asiento cuatro veces (sin presionar pausa en el reproductor) para servirme un vaso de jugo y traer unos bocadillos. Llegué a Stealing Beauty con mucho optimismo. Apagué el DVD Player completamente desilusionado. ¿Cómo se puede fallar teniendo esos, todos esos ingredientes?

Lucy (Taylor) llega a pasar unas vacaciones en la casa de una familia amiga en Toscana, con el secreto objetivo de reencontrarse (y perder la virginidad) con el chico con quien se besó por primera vez cuatro años atrás en este mismo lugar, y queriendo también descubrir a su padre biológico en aquel grupo de despreocupados amigos de su fallecida madre... y eso es todo. No hay más. Lo siento.

Salvan la historia la magnífica fotografía (algún día visitaré Toscana y me tomaré un café en casa de Sting) y el moribundo Alex (Jermy Irons), quien con una excelente actuación demuestra que no sólo comenzar a vivir (como hace Lucy) es divertido, sino también disfrutar plenamente tus últimos días. ¿El resto de la película? Agradable pero insustanciosa. Tal como un algodón de azúcar que se deshace en la boca.

Recomendable para pasar el rato, especialmente si la pasan por televisión. ¿Alquilable? Sólo si eres un fanático acérrimo de Bertolucci o Tylor o si, por supuesto, te encanta la fotografía y mueres por vivir en Italia. Pero quizá en ese caso prefieras mejor comprar un libro de fotografías que puedas dejar en tu mesa de centro de sala...

Comentarios

darling dijo…
Se me hace que tampoco te va a gustar Los soñadores.
schatz67 dijo…
Giancarlo,

Que duro es usted con Bertolucci y Liv Tyler.Recuerdo bien la película y creo que no es taaaaaaaan desastrosa,en fin es una cuestión de perspectivas.

Coincido contigo en que el mejor Bertolucci anda dormido sobre algunos laureles.Y que con los ingredientes de la pela se podía hacer algo completamente redondo.Pero creo que vale la pena verla no solo por el bombón de Liv sino también por que la propuesta visual del film es muy atractiva.

Un abrazo discrepante

Schatz
Giancarlo dijo…
No, no me pareció terrible, pero mis expectativas por Bertolucci son mucho mayores, y esta película estuvo muy lejos de satisfacerlas.

Sus películas cuentan historias (muchas veces muy lentas, como 1900), arman bien los personajes y tienen una excelente fotografía. ¿Por qué resignarme a sólo buena fotografía? ¿Por qué no esperar todo el paquete?

La historia no es terrible, pero es a las justas pasable; Algunos personajes son descritos muy bien (Sólo el personaje del moribundo Alex vale la pena ver la película completa); y sí, la fotografía y colores son magníficos (Bertolucci mandó cambiar la tierra de la carretera principal por una de color rojo ocre, para darle la tonalidad que recuerdas).

No me arrepiento de verla, pero no está entre las que recomendaría a mis amigos.

Un abrazo. No, mejor una venia japonesa.
monich dijo…
Hmm..Este contrapunto de ideas provoca que busque la pela. Lo malo es que no soy partidaria de las copias pirata, así que la buscaré en el cable. Abrazos a los dos.

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